jueves, 13 de diciembre de 2012

Desvaríos en soledad.

Vivir conforme a unas normas, a un destino que rige nuestros días, esa es nuestra tradición, nuestro rutinario caminar. Desde el principio, la niñez, nos han dicho que, los sueños, sueños son, nos han inculcado que perseguirlos es una descabellada locura, que hemos de vivir concorde a lo ya estipulado. El más eterno sueño, la libertad de seguir los designios de un corazón aún incorrupto, un corazón de pura y sana niñez, el más eterno y negado sueño el más anhelado de perseguir.

Crecer, olvidar el sentido que en la niñez aún tenía la vida, añorar todo, sentirse vacío a la par que no encontrar motivos de tristeza. Es en estos momentos, que observas a tu alrededor, miras tras de ti, a tu lado, y esperas durante horas sin que nadie acuda a la llamada de socorro de tu corazón, y te sientes completamente solo, pero aún sabes que en la distancia no estás solo, que aún hay quién te quiere, quién, pese a, por un motivo u otro no tiene esa posibilidad, daría lo que fuera por obsequiarte un abrazo, igual que te pasa a ti, y mientras, pluma en mano, desvarías sobre un papel, piensas en ello y sientes como un calor extraño te reconforta por dentro, y sientes tus energías renovadas, te sientes quizá un hombre nuevo, un anciano revitalizado, que quiere volver a vivir, a soñar, como antaño hizo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario