sábado, 8 de septiembre de 2012

Psicósis de la bestia.

La sangre brotaba a borbotones, ¿qué era él? ¿en qué clase de ser sediento de sangre se convirtió? ¿qué clase de oscura magia de había convertido en un psicópata de carácteres mitológicos? Él, que el mayor daño que solía hacer contra la vida era rociar de veneno a los insectos, ¿tal vez ahora veía a su especie como a esos bichitos molestos? Fuera como fuere allí estaba él drenando las arterias de su decimosexta víctima, bebiendo el néctar de su corazón. Aquello podía parecer parte de la más terrorífica de las películas, pero se había convertido en un vampiro, un sangriento demonio movido por los hilos del alma de Satán, y en esta ocasión, como en todas las demás, usó el mismo modus operandi.
Salía de casa con una extraña capa negra, siempre buscaba una chica de juventud y belleza resplandecientes, con los labios rojos como la sangre. Usando su poder de atracción y su labia, que no era moco de pavo, siempre, y repito, siempre, lograba que la chica, descuidada, torpe y despistada, embelesada o sencillamente enamorada lo siguiera hasta un oscuro callejón en que probaba sus labios jugosos, la desnudaba y violaba, sin violencia, sin aparente oposición de su víctima, con pasión, y hasta si en otras circunstancias se encontraran, podría decirse que con amor, hasta el momento del clímax, ya que justo antes de eyacular, mordía con violencia el cuello de la chica, de tal modo y fiereza que con su firme mandíbula cortaba sin remedio la aorta de su víctima, que caía muerta a los pies de un hambriento caníbal, hambriento de carne cruda, sediento de sangre fresca. 
La policía no podía estar más desconcertada ¿qué clase de monstruo...? ¿un simple psicópata, depravado y peligroso...? Sea lo que fuere seguía cobrando más víctimas cada noche que su estómago rugía pidiendo sangre.

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